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Las mal recordadas motosierras, aquellas que se hicieron famosas, no por películas de terror como “Martes 13”; sino por la realidad que supera la ficción de nuestra historia colombiana y que cortaron cientos de vidas, vuelve a ser protagonista en los diferentes parques de Bogotá
Por Diego Leal García
Bogotá
Esta es la primera vez que me enfrento a una hoja, pero no de un árbol sino de Word, del computador; la idea escribir una columna que refleje los frutos del tronco seco de la gestión del Alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, en materia ambiental.
No se trata de irme por las ramas, pero por más que trato de observar el huerto sembrado en el Palacio Liévano por su principal huésped, desde el primero de enero de 2016; la cosecha no logra germinar. Son más de 1.200 días de mal abono que el Alcalde Peñalosa ha arado en tierra fértil, especialmente al masacrar con motosierras más de 97.500 árboles (cifras más, cifras menos), lo que corresponde a 2.500 al mes durante 39 meses. Todo un genocidio ambiental. El árbol es el éxito más grande de la naturaleza.
Ésta tala de árboles perjudica a los habitantes de la Capital del País que ven a diario “la masacre” de las plantas que organiza el burgomaestre “depredador” de la naturaleza ancestral, con la excusa de sembrar cemento y pasto sintético en los parques de las diferentes localidades.
Sí, claro; algunos jardineros aduladores del sembrador de “bolardos” dirán que la administración ha plantado otra cantidad de nuevos árboles para contrarrestar el impacto. Lo único real es que con la tala se pierden años y años de vida, ya que la producción de oxigeno de un árbol frondoso no es igual al de una “mata”. Los árboles tienen una vida secreta que sólo les es dado conocer a los que se trepan a ellos, especialmente a los pequeños que han sido desplazados por los grandes que acuden a los parques a jugar en los bosques de cemento. Además, sembrar gramilla sintética y concreto es más rentable para contratistas y negociantes de lo público.
A veces, un árbol humaniza un paisaje mejor que como lo haría un hombre
En un año electoral es bueno saber elegir a alguien que verdaderamente se preocupe por el ambiente y no sólo tomé decisiones por obligación o interés; que promueva el uso de la bicicleta, pero no sólo por los réditos que da construir ciclovías; que no imponga el pico y placa todo el día ante la incompetencia de soluciones reales al tema de movilidad y sino para contrarrestar la contaminación. Si fuera así los primeros vehículos en salir de circulación serían los del transporte masivo.
Parodiando al humorista francés Coluche: Para que un ecologista sea elegido alcalde o presidente, es necesario que los árboles voten y al parecer como van las cosas ya ni árboles van a existir.
No podría finalizar ésta columna sin un par de frases: una de la poeta, escritora y profesora estadounidense Lucy Larcom:
“Quien planta un árbol, planta una esperanza”
Y la otra del novelista francés Gilbert Cesbron:
A veces, un árbol humaniza un paisaje mejor que como lo haría un hombre.
De mi parte, tendría que rematar con una máxima de mi autoría, pero como soy poco original, simplemente adaptaré una: “¡Alcalde! Pinte un bosque y piérdase”. pero al parecer esa frondosidad que sombree Peñalosa no tendrá un árbol… sólo bolardos en parques llenos de grama sintética y concreto.
“Quien planta un árbol, planta una esperanza”
Twitter: @DiegoLealG