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El terror que tenemos al silencio, es el temor a no saber callar
En cierta ocasión escuché a unos jóvenes que hablaban muy apasionadamente de todo lo que hacían para evitar estar en silencio, cuando intervenían lo primero que mencionaban era el terror que les daba pensar en callar, en no escuchar la música, a los amigos y amigas, en no poder expresar sus sentimientos, etc.
Después yo me hacía la pregunta, ¿cómo hacen para estudiar? ¿qué tipo de reflexión hacen para tomar decisiones?
Hoy día los jóvenes y también nosotros los adultos le tememos al silencio. Si vamos en el carro encendemos la radio, silbamos una canción o nos dedicamos a pensar en los últimos acontecimientos y difícilmente sabemos callar.
Callar no es una regla exclusiva de un grupo místico o religioso, callar es un ejercicio que se consigue con la práctica, es verse a sí mismo, es lo que llamamos silencio. La palabra silencio proviene del latín "silere", callar, estar callado.
El silencio hay que saborearlo, sentirlo. Abrirse al silencio es abrirse al potencial total, incondicional. En el silencio conseguimos que nuestra consciencia capte lo que existe en profundidad detrás de todo lo que nuestra mente nos muestra en apariencia, de nuestra afectividad y de toda nuestra sensibilidad.
Gracias al silencio viene la paz, esa paz interior, esa paz que buscamos en la música, en la lectura, en lo apasible de un lugar retirado. Acumulamos fuerzas físicas, espirituales.
Llegó a mis manos un documento que ahora comparto, lamentable no traía el nombre del autor, por ese motivo expreso que lo he copiado literalmente.
HABLAR oportunamente, es acierto
HABLAR frente al enemigo, es civismo.
HABLAR ante una injusticia, es valentía.
HABLAR para rectificar, es un deber.
HABLAR para defender, es compasión.
HABLAR ante un dolor, es consolar.
Debemos aprender primero a CALLAR para poder HABLAR luego, pero siempre con acierto y tino, porque si HABLAR es plata, CALLAR es oro
HABLAR para ayudar a otros, es caridad.
HABLAR con sinceridad, es rectitud.
HABLAR de sí mismo, es vanidad.
HABLAR restituyendo la fama, es honradez.
HABLAR aclarando chismes, es estupidez.
HABLAR disipando falsos, es de conciencia.
HABLAR de defectos, es lastimar.
HABLAR debiendo callar, es necedad.
HABLAR por hablar, es tontería.
HABLAR de Dios, significa mucho amor.
CALLAR cuando acusan, es heroísmo.
CALLAR cuando insultan, es amor.
CALLAR las propias penas, es sacrificio.
CALLAR de sí mismo, es humildad.
CALLAR miserias humanas, es caridad.
CALLAR a tiempo, es prudencia.
CALLAR en el dolor, es penitencia.
CALLAR palabras inútiles, es virtud.
CALLAR cuando hieren, es santidad.
CALLAR para defender, es nobleza.
CALLAR defectos ajenos, es benevolencia.
CALLAR debiendo hablar, es cobardía.
Debemos aprender primero a CALLAR para poder HABLAR luego, pero siempre con acierto y tino, porque si HABLAR es plata, CALLAR es oro.
En conclusión, las mejores decisiones de nuestra vida se toman cuando hemos reflexionado en silencio, cuando hemos callado nuestra ligereza por la prisa que nos agobia. ¡Piénselo! Pierda el miedo a estar en silencio.