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Un reciente artículo de Beatriz Gimeno, publicado en el digital ctxt.es ha causado un cierto revuelo en las redes, por su forma de abordar las relaciones sexuales hombre-mujer después de la ya famosa sentencia de “La manada”
Hay que felicitarla por su valentía a la hora de invitar al debate y la reflexión sobre un trema siempre candente y actual, como son las relaciones entre las personas de distintos sexos y a la que no son ajenas gays y lesbianas.
El tema hay que verlo desde la perspectiva de las relaciones entre dominantes y dominados, pero el artículo de Gimeno pasa de puntillas sobre el asunto cuando en algún momento del artículo se menciona la sexualidad patriarcal y su relación de dominio, para hacer hincapié en el asunto de la empatía y la cuestión moral que parte del título de su artículo: Sexo y empatía, Las bases éticas del follar. (ver enlace)
La contradicción dominante-dominado en cualquier tipo de relación es el núcleo central de las discordias o del éxito si se logra ajustar a los requerimientos de ambos.
Véase las relaciones entre distintos pueblos, naciones, grupos étnicos o religioso, conviviendo en un mismo territorio o compartiendo un gobierno común.
De igual forma las relaciones sexuales de pareja y las cada vez más extendidas de grupos, requieren del consentimiento de las partes y todo aquello que no sea mutuamente aceptado es sencillamente una violación.
La empatía no es exclusiva de las parejas heterosexuales y se extiende a los grupos y otros ámbitos más allá del sexo.
Llama la atención y alarma, que la autora en un momento afirme: Somos las mujeres las únicas que consentimos, mientras que ellos desean y actúan; nos follan.
Aún admitiendo que esa fuera la tónica dominante –que es mucho decir- por suerte en las sociedades occidentales del hemisferio norte, no es el caso y no sólo no es el caso porque el hombre va adquiriendo conciencia del respeto que debe a las mujeres, lo es porque la sexualidad está cambiando para dar paso a la homosexualidad y otras formas de entender el sexo más “civilizadas” en el seno de la sociedad.
El sexo carece de ideología, no tiene bandera, ni patria, es cuestión de educación y tolerancia
Prueba de ello es la reducción importante de la prostitución que ha desaparecido en la gran mayoría de las ciudades, muchas de las cuales contaron desde tiempos inmemoriales con un “barrio de putas” hoy inexistente en muchas de ellas.
Por otro lado, la literatura y el cine han llevado a nuevos modelos sexuales, que practican cada vez más las tribus urbanas gracias a su difusión en las redes sociales, tal como mencionamos en un artículo anterior al referirnos al mundo de las Kajiras y la poetisa ecuatoriana Ariana Anteros. (ver enlace)
La violencia en la sociedad tiene sus raíces en la incultura, en la falta de una educación adecuada y sobre todo en la falta de respeto y la tolerancia.
La educación y la tolerancia no se adquiere en las escuelas, se transmite de padres a hijos y no precisamente por vía genética ya que todos llevamos nuestra dosis de neandertales.
No estaría de más hacer hincapié en que la enseñanza pública y privada incluyan la tolerancia y el respeto como parte de la formación básica de todo estudiante desde las escuelas infantiles, pero el ejemplo familiar y los medios de comunicación son en gran medida los principales agentes de reproducción de la ideología dominante, esa de la que habla en su artículo Beatriz Gimeno.
Las bases de una buena relación sexual son la desinhibición y el deseo mutuo, libre y consentido, la empatía no es necesaria en muchas ocasiones.
Todo lo demás es una violación de la otra persona.
@ordosgonzalo
gonzalo alvarez-lago garcia-teixeiro